"Mi primera vez" relato ganador del II Concurso de la Agenda Compacta [Adulto]
"Mi primera vez" relato ganador del II Concurso de la Agenda Compacta "Historias en un restaurante", en colaboración con Cenas con Historia en la categoría adulto. Felicidades al autor Alejando Puche Aranda.
Era mi primera vez. Nunca antes lo había hecho. Estaba nerviosa… es lo normal en estos casos. Recuerdo; la primera vez de mi amiga, mejor dicho, recuerdo lo que me contó. Estaba atacada, no sabía qué hacer, parecía que el mundo se le venía encima. Pero ella, en un acto de valentía, dio el paso. Y al final, todo fue bien.
Me daba miedo la situación. Sabía que ahí estaba él, y que yo estaba aquí. Sabía que tenía que hacerlo, que tenía que dar el paso, pero lo que no sabía era cómo hacerlo. Ser directa, ir a degüello, sin ningún tipo de miedo, con seguridad, con confianza… Pero no, porque se me iba a notar. No valgo para fingir.
El seguía ahí. Yo mientras trataba de evitar el camino de nuestras pupilas. Tenía miedo de que con una simple mirada él entendiera lo que no era. Agaché la vista, cobarde, y pensé que hacer.
Huir. Ridícula estupidez. Huyendo solo tenía cosas que perder. El paso importante ya estaba dado. Yo ya había elegido, solo faltaba que alzara la mirada y me atreviera. Pero no... ¿Y si me voy? ¿Y si lo dejo todo? Me evitaría la vergüenza de la situación y el tener que ver su mirada frente a la mía… Su extraña mirada. Porque al fin y al cabo el es un extraño. Él siempre me da todo lo que le pido, y siempre con su sonrisa. Pero eso no me valía entonces.
Me puse cómoda, porque así pienso mejor. Sin mirarle lo notaba, se estaba poniendo nervioso. Seguro que pensaba que porqué tardaba tanto, que qué pensaba, que qué hacía.
Me quité el miedo que me envolvía. Alcé la mirada poco a poco, allá va, lo miré. Pero él no. No sé a dónde miraba. ¿Por qué en ese momento? ¿Por qué justo en ese momento? ¿Se habrá cansado? Más miedo en el cuerpo, más inseguridad... De pronto noté cómo cambió su expresión. Y antes de que él me volviera a mirar, huí con la vista a otro lado. Casi, ¿Por qué no lo hice? Solo tenía que haberlo mirado y que mis labios y lengua hicieran el resto del trabajo.
El tiempo pasaba… Yo más nerviosa, y él, seguro que también. Me coloqué bien el pelo, deje mi mente en blanco y respiré. Buen consejo de mi madre que me llevo siempre conmigo. ¡Ay si me viera mi madre! Mejor no pensar en ella… Solo me faltaba eso…
Levanté la cabeza y miré a otro lado. Él no me veía pero yo sí. Ese espejo me ofrecía esa seguridad que no tenía. Vi sus ojos, por primera vez vi su mirada. No sabía a dónde miraba, pero por un segundo, me relaje mirando sus ojos. Tanto, que ya no era una mirada extraña. Mire hasta sus labios, pero entonces noté que se acercaba. El espejo confirmó mi intuición.
Pelo, mente en blanco, respiración, mi madre… él a mi lado. Noté su mano en mi hombro. Me armé de valor y me giré. Nos miramos. Su sonrisa otra vez, mis miedos de nuevo.
Vi como abrió su boca. Al final él ha dado el paso. Decidí relajarme. Ya estaba hecho. Era el momento. Sentí que mi cuerpo se desprendía de todo el miedo anterior.
— ¿Ya has acabado? —Me preguntó sin quitar su sonrisa de mis ojos.
—Sí —respondí con miedo—. Pero… —vi como en la sonrisa de su cara aparecía el miedo.
— ¿Hay algo que no te haya gustado? —preguntó.
Me armé de valor entonces. Era el momento. Ya nada tenía vuelta atrás, así que se lo dije.
— ¿Podría traerme un tupper? Me quiero llevar lo que me ha sobrado de cenar.
El camarero relajado por la respuesta, se marchó.
Por fin. Ya estaba hecho.